Grietas

A veces quisiera ser ermitaña.

Y vivir en una cueva

Pero me doy cuenta que no podría

Que en muy pocos días estaría hablando con las paredes

Intentando hacer feliz a cada pequeña roca

Inventando sus colores entre las sombras

Poniendo nombre a las sus protuberancias.

Cada insignificante vetas, de cada insignificante piedra,

sería un mundo nuevo que conocer para mí.

Las cuidaría, las mimaría, como si algo pudiera crecer de allí.

Y al fin y al cabo, el trato que recibiría de ellas a cambio

No sería tan frío como el que he recibido de algunos sujetos.

Sus inexistentes atenciones,

apenas percibidas por mi inquieta y deseosa imaginación

serían más sinceras que las profesadas por seres, aparentemente emocionales,

o más bien, potencialmente emocionales,

que son incapaces de ejercer esa virtud de sentir

o incapaces de expresarla

pero sobre todo, incapaces de compartirla

y me agoto

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